viernes, 6 de diciembre de 2013

Primer Certamen de Cuentos : Votaciones : "Masculino Singular"

Masculino singular                                                                       



-Si yo fuera mujer sería más puta que las gallinas.


He oído tantas veces esa asquerosa frase que ya no me sorprende. Los hombres siempre están pensando en lo mismo. Se creen que a nosotras no nos gusta el sexo, que somos todas unas frígidas. Pero conmigo no pueden. Yo tengo un par de lo que hay que tener para enfrentarme a ellos. Ningún chulo de piscina es capaz de echarme el pie encima. Tengo ya muchos tiros pegados. Si quieren llevarse esta joya a la cama ya saben quién manda.


La noche estaba cayendo, en la calle el agua de la tormenta que había caído hace un rato se evaporaba por el fuerte calor del asfalto. Las gotas de sudor que nacían en mi pelo bajaban por el cuello y se colaban entre mis pechos.


Preparé un buen vaso de whisky. Dos hielos.


 Encendí el equipo de música. La voz acariciaba las notas mientras contaba la historia de “Mack el navaja”. ¿Puede haber algo más masculino que eso?


Lo preparé todo cuidadosamente. Agité el tubo de ensayo y me tragué su contenido de un golpe, acompañado de un sorbo de whisky, para que pasara mejor.


El efecto fue instantáneo. Un dolor intenso y ardiente que me quemaba las entrañas se apoderó de mí. El mismo dolor que hizo que perdiera la consciencia.


Me desperté al rato algo aturdida. Me sentía extraña, bastante extraña. Pero dentro de mí seguía latiendo algo familiar.


Me dirigí al espejo de la habitación. Me gustó lo que vi ante mis ojos. Un torso atractivo. Unos brazos fuertes. Una mandíbula serena. Y  un buen falo colgando de mi entrepierna. El objetivo estaba cumplido. La transformación era majestuosa.


Pero algo seguía igual. La expresión salvaje de aquellos ojos grises no había cambiado lo más mínimo.


Me vestí con la ropa que había preparado el día anterior. Acabé el vaso de whisky de un trago y despidiéndome de Sinatra salí a la calle.


Me dirigí al barrio chino. Sabía que allí encontraría lo que andaba buscando. Y como no, lo encontré, incluso a pares.


Me tiré toda la noche follando en aquel maldito tugurio. Fornicando como un maldito animal con cualquier golfa que se me acercaba. Incluso saqué la mano a pasear un par de veces.



Ahora sí que era yo de verdad quién mandaba.



Forniqué hasta caer exhausto.





La luz que entraba por la ventana me despertó. Y allí estaba yo, desnuda sobre una cama, junto con dos bellezas de dudosa edad.






No era la primera, pero si la vez que más sucia me sentía.



Me vestí, dejé unos cuantos billetes en la mesita y me dirigí a casa.



Abrí la puerta y de seguido la llave del mueble bar. Cargué un vaso de whisky. Sin hielo. Me desnudé sin soltarlo. Me metí en el baño. Abrí al máximo el grifo del agua caliente.


Y allí, en el suelo de la bañera, mientras el agua ardiendo caía sobre mi espalda, hecha un ovillo, lloré. Lloré hasta que el agua se tornó fría.

 Ángel Lozano



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